Pasada la Semana Santa, una semana que hemos aprovechado para buscar gran cantidad de información sobre el Barranco de Santos y su historia.
Paisaje y patrimonio, belleza y arquitectura, símbolo y lugar relevante de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, el Barranco de Santos debe su nombre al
ilustre Diego Santos, uno de los primeros pobladores de Santa Cruz. Una de los primeros usos que dio la población al Barranco tuvo lugar en su desembocadura como varadero para la construcción de algún navío.
Este barranco, que tiene su inicio o
nacimiento en la cumbre del lugar de Jardina (las Mercedes) La Laguna , en el vértice que
divide los valles de Tahodio y de Jardina, es uno de los más emblemáticos de la isla de Tenerife. En
él se han desarrollado algunos de los pasajes históricos más notables de la
conquista de la isla por parte de los españoles, estableciéndose en sus
inmediaciones el primer campamento de la conquista, donde sus moradores (localizados
en un poblado que existía a la altura del actual barrio del Becerril) formaron el primer contingente de prisioneros
durante la guerra abierta, deportándolos a los mercados de esclavos de Sevilla
y Valencia.
El Barranco de la Conquista
Los barrancos, y en concreto el
Barranco de Santos, en principio los propios guanches los escogían para
establecerse, pues además de sus aguas aprovechaban como moradas las cuevas
volcánicas naturalmente formadas en sus márgenes. Son incuestionables las
evidencias que confirman la existencia del asentamiento aborigen a lo largo del
cauce. Está demostrado que el área que ocupa el actual Santa Cruz no estaba
deshabitada antes de la llegada de los castellanos, ni siquiera era lugar de pastoreo de los guanches
de Anaga. Los numerosos hallazgos arqueológicos realizados hasta tiempos
recientes son pruebas contundentes de la existencia de núcleos sedentarios, por
lo que puede asegurarse que la capital de la isla nació “sobre el mismo
emplazamiento del primitivo poblado de cuevas.” Estas cuevas comenzaron a ser
utilizadas con idéntico fin por los colonizadores. Además, al irse
transformando la economía pastoril hacia una estructura de cultivos de
subsistencias, los colonos aprovechaban estos ensanches para la agricultura.
Con el transito de los años, va extendiéndose la población, y las cuevas del
barranco continuaran desempeñando la función de habitación. Según hemos
recogido de algunas fuentes de información, “en el siglo XIX aún hay muchas
ocupadas, y a pesar de sus malas condiciones y de los peligros de hundimiento y
de inundaciones, la situación perdurará durante siglos, prácticamente hasta
nuestros días”.
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